De un modo sorpresivo se dio la renuncia a la conducción de la Selección Nacional Pre-infantil y Novicia de la Brasileña Michele Santos. Llama la atención esta decisión puesto que nos encontramos a escasos días del inicio del torneo Sudamericano de la categoría, donde el Perú es anfitrión. Retirarse así, luego de liderar un proceso sui géneris, inédito en su extensión- desde enero del presente- no se observa serio ni profesional. Por otra parte, el hecho de tan rápida aceptación de su renuncia, se leería como una crítica solapada a la calidad de sus entrenamientos. Esta última posibilidad se vería refrendada por el hecho sabido, de que la mayoría de jugadores buscaban “proteger su nivel”, entrenando de modo particular, paralelamente al entrenamiento regular del seleccionado, puesto que consideran dicho entrenamiento, insuficiente. En relación a esto, los controles regulares que dispuso, de carácter obligatorio, en la modalidad de ranking “todos contra todos”, en una sola jornada y a puertas cerradas (nunca se entendió el celo que llegaba al extremo de no dejar salir a los jugadores ni al baño sin su vigilancia – ¿se temía acaso un doping?, ¿una asesoría de un partido que no se ha visto?) eran realizados por lo general, un día antes de un torneo oficial del circuito- resultaba especialmente pesado para los jugadores provincianos que debían jugar prácticamente, bajando del carro – y empujaba a los niños a una peligrosa sobreexigencia. En este sentido, un escenario de sobreexigencia de ese tipo, a niños de tan corta edad que aun no han afianzado sus fundamentos técnicos ni desarrollado plenamente sus capacidades físicas, resulta peligroso pues arriesga a los niños a un peligroso efecto burnout, que podría empujar a los menores deportistas no solo a una baja en su nivel de rendimiento, sino también a un retiro prematuro no deseado. Situaciones como estas deberían ser revisadas para el futuro y considerar un tratamiento especial para los infantes, reconociendo su distinta condición en relación a los jugadores adultos o juveniles, los cuales presentan distintos niveles de respuesta frente a las sobrecargas.